De repente
uno puede creer, rebuscar, crear, elegir.
No se
permiten diseños indeseables, se busca una escalera lo más próxima posible y se
practica una y otra vez como subir, pero las personas de vez de en cuando
olvidan un detalle, quizás el más importante; bajan, sin prestarle atención al
hecho de cómo bajar y se genera una confusión terrible con la siguiente escena:
viene una persona, alguien como usted, como yo o cualquiera, que aspira ser
feliz y sube hacia la felicidad pero cree que va a estar en ese estado siempre
y cuando por esas causalidades de la vida le ocurre un suceso inesperado, para
nada feliz por supuesto, y llega la tristeza entonces no sabe como bajarla,
como llevarla como remarla, y ahí se vienen las quejas, el suplicio, el llanto
animado con gritos y los pataleos, que imitan conductas prehistóricas de desesperación. Vaya uno a saber por qué se genera esta secuencia infinita, sin que nos demos cuenta de ese pequeño detalle... que a veces bajar también implica que en algún momento
vamos a volver a subir, tal vez bajar asumiendo, aceptando las circunstancias, implica mayor tranquilidad y sosiego, quizás bajar implique entender que podríamos
haber subido mejor, y que también podemos encontrar un par de escombros que
dejo la destrucción de aquel “suceso triste e inesperado” y reconstruirnos de
nuevo más fuertes y mejor, probablemente bajar no implica quedarnos en el subsuelo y
por mas que se hallan rotos los escalones siempre hay manera de subir, aunque esto
incluya hacerlos de nuevo, quizás con mucho trabajo, pero al
menos saber que se puede volver a subir.
No pretendo apelar a que usted se enoje conmigo, la moraleja está más rebuscada, apunta al hecho de decir que nada es perfecto, que bajar no es el
fin del mundo y si ya estamos acá nos queda vivirlo, lo mejor que podamos, con
todo aquello que tenemos y tener claro que cada persona vale por lo que es y no por lo que
tiene. Gracias mis queridos lectores!